Con frecuencia, en vacaciones y fines de semana, llega un momento en que la impaciencia se apodera de nosotras, perdemos la calma y arruinamos los momentos en familia ¿Les pasa?

Muchas veces no nos damos cuenta, pero en el periodo de transición entre la niñez y la adolescencia se vivencian dos duelos paralelos: el del hijo que ha descubierto que sus padres no son los héroes que hasta ahora fueron, reconociendo e inventariando todos los defectos que tienen; y el de los padres que saben que dejan atrás a su hijo pequeño.

Uno de los temas más difíciles de hablar con nuestros hijos es sobre la muerte, además a nosotras tampoco nos gusta pensar mucho en eso. Pero es importante abordar el tema cuando así los niños lo requieran.

La vida de madres es dura, y ¡qué genial fuera poder detener el tiempo a veces y apretar el botón de «borrón y cuenta nueva» cuando nos pasan cosas como estas.

Hay días en los que pareciera que el ánimo y las fuerzas las dejé durmiendo en casa.

Cuando estaba cerca a dar a luz yo supuestamente ya tenía mi maestría: sabía todo sobre cómo producir leche, sobre la prevención de la muerte de cuna, sobre dormir mientras el bebé duerme, sobre el rol del padre, sobre cuántas veces el bebé debía ensuciar el pamper, era una enciclopedia… 

Desde que tengo uso de razón las preguntas no paran. ¿Cuándo te vas a casar? ¿Qué vas a estudiar? ¿Cuándo la niña? Y así por el resto de los días.

¡Qué locura pueden ser nuestras mañanas! Desde que nos levantamos hasta que llegamos al trabajo parece toda una guerra de pensamiento, palabra y acción en la que nadie se salva… ¡ni la mascota!

La maternidad es una de las mayores alegrías de la vida, pero también es una de las experiencias posiblemente más desafiantes que se puede enfrentar. De los momentos de risa y a los momentos difíciles como berrinches, mamá y papá están ahí para todo … y a veces, puede ser muy fácil desgastarse.

¿Quieres celebrer el cumpleaños de tus hijos sin morir en el intento? ¡SÍ ES POSIBLE!