Cuando quedé embarazada de mi primer hijo, me puse a leer. Esa es mi personalidad. Yo leo, analizo, me documento, leo la contraparte, reflexiono y leo más. Me siento muy apasionada por encontrar información veraz, sustentada por evidencia científica publicada en lo que se llaman “peer reviewed” journals, que son publicaciones científicas respetadas cuyos estudios son revisados por otros científicos.

Como se pueden imaginar, llegó un punto en que me sentí abrumada. Hay tanta información allá afuera, tantos estudios, tantas anécdotas, tantas recomendaciones, que era demasiado.
En cambio, tengo una amiga que estando encinta me dijo: “yo no voy a leer nada”. Ella seguramente fue más inteligente que yo pero la verdad no me podía contener.
En fin, cuando estaba cerca a dar a luz yo supuestamente ya tenía mi maestría: sabía todo sobre cómo producir leche, sobre la prevención de la muerte de cuna, sobre dormir mientras el bebé duerme, sobre el rol del padre, sobre cuántas veces el bebé debía ensuciar el pamper, era una enciclopedia…
Ahora, varios años y dos hijos después de ese momento miro hacia atrás y pienso: qué pendejada. Ustedes perdonen mi expresión pero les admito que exageré. Quizás quitando lo del pecho que sí hay que entenderlo bien, al final uno hace lo que le nace. Uno se adapta.
Todas las mujeres del mundo pasaron por eso. Yo tenía a mi suegra para ayudarme, pues ella crío sin ayuda a tres hijos y me enseñó a bañar, cambiar, dormir. El segundo día le dije que se fuera para hacerlo todo yo sola y quitarme el miedo. Y así fue.
¿Ahora qué me pasa?
A veces recaigo y sigo leyendo. Y entonces me siento mala madre porque sí les doy comida chatarra a mis hijos, porque a veces les grito y eso no se debe, porque supuestamente tal juguete es peligroso y ellos lo tienen, porque el champú tiene químicos cancerosos e igual lo usan… pero poco a poco he dejado de leer.
Me gusta leer sobre crianza, cosas positivas y consejos generales, pero con calma. No me abrumo. Me gusta leer cosas que me hagan reír, con las que me identifique y que me hagan sentir bien sobre lo que estoy viviendo. Por eso en parte me inspiré a escribir Vida entre Madres.
Pero no se crean que he dejado mis malos hábitos. El otro día llegué donde el pediatra y le digo “mi hijo tiene esto, ya leí que lo más probable es esto y que se va solo, pero claro que igual lo traje”. Y me contestó algo como: “sí, estás clarita. Ya no hay ni que venir al consultorio” jajaja creo que con un poco de regaño e ironía (pero ojo, que soy responsable y no auto diagnostico).
Tengo amigas que me llaman y me dicen: “tú que lo sabes todo y lo que no lo inventas…”. La realidad es que no sé nada y estoy más perdida que cualquiera. La maternidad se aprende sobre la marcha.
En conclusión, sé que allá afuera habrá muchas mamis como yo. Lectoras, curiosas e investigadoras. Las entiendo pero como me digo a mi misma, bajemos el ritmo de las lecturas y de Internet. Este siglo XXI es muy difícil por eso, tanta información (y mucha sin ninguna base científica) que nos abruman.
A esto se le se suman las abuelitas, las amigas y las mamás, y no sabemos realmente si para el resfriado el Vicks sirve de algo o no. Al final, nuestros hijos sobrevivirán y eso es lo importante.
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