En esta vida a la única batalla a la que se va totalmente desarmada es a la temida maternidad, y ojo, no digo batalla por algo negativo sino porque el librito de la madre perfecta no existe.
Todo, completamente todo, es ensayo y error, nos pueden dar miles de consejos, hasta las mamás, tías, madrinas y abuelitas se pueden mudar a las casas de las mamis primerizas y aún así cada muchachito viene con un “chip” único e irrepetible. Hay algunas cositas que si son predecibles pero criar es el trabajo 24/7 más duro de la bolita del mundo.
¿Y adivinen?, no en vano mi suegra siempre me dice: “hijo chiquito problema chiquito, hijo grande problema grande” y es que la dualidad emocional es algo que no se puede ni explicar bien.
Es muy cierto son nuestra mayor felicidad, amor, satisfacción, orgullo y mucho más. Por otro lado también son nuestra preocupación más grande, mortificación, angustia, disgusto pero somos incapaces de renegar de ellos porque al final fue nuestra decisión traerlos a este mundo y nuestra responsabilidad es criar para que sean personas de bien y hagan de este mundo un mejor ambiente para convivir.
Siguiendo en esa misma línea hay miles de madres que hablan sobre el cuidado de los bebes y niños pequeños (videos, tutoriales, artículos, libros, folletos etc), y definitivamente que es necesario porque a esas edades es cuando se forma mayormente el individuo, esa es la base y si en ese momento nos equivocamos estamos fritas (nosotros y ellos) y son equivocaciones que no dan tregua.
Como madre de tres en edades súper diferentes puedo decir que vivo un frenesí de emociones y situaciones que me obligan a estar en sintonía en tres generaciones (18,13 y 7), ¿qué tal? ¿Cómo les quedó el ojo? Deben pensar que mi marido y yo somos un par de locos, y es verdad pero ahí vamos, no bajamos la guardia ni un minuto.
Cuando los chicos llegan a la edad adolescente dan ganas de empacar una maleta para una sola, montarse al carro y salir huyendo con rumbo desconocido.
Es una montaña rusa de hormonas y emociones que ya nosotras las mujeres por naturaleza experimentamos así que figúrense ese choque, entonces una por ser el adulto tiene que ser más astuta y saber manejar la situación porque de otro modo ni aunque tengamos un fuete pa’ darles cada 5 minutos, porque créanme que eso es lo que merecen, se les va “la mano en pollo, pero por calles”, no miden y no les importa, esto incluye lo físico, emocional y sexual (este último es como si la vida se les fuese a acabar al día siguiente). Los chicos que tienen noviecita parecen conejitos y los que no, no salen del baño.
Quien en este momento desee desmentirme es porque ha estado bien desconectada de sus hijos varones o desea ser ciega. Eso no lo inventé yo, si no me cree pele más los ojos o pregúntele a su marido como recuerda él esa época de su vida y se va echar a reír.
Luego esa etapa pasa, entran a la universidad, se convierten en adultos jóvenes y se aploman un poco, se enfocan en otras cosas, llegan los primeros enamoramientos y desengaños reales, también amistades y desilusiones, empiezan a conocer la crueldad del ser humano y las acciones por conveniencia que van a saber distinguir a lo largo de tooooda su vida; es una etapa muy linda, porque pasas de ser su total “enemiga” de época adolescente a ser “la consejera” la persona a la que acuden cuando desean una opinión sensata y un consejo saludable, hasta dejan en nuestras manos ciertas decisiones para sentirse más tranquilos.
Es lindo sentirse el remanso de paz de los hijos que han crecido y se encuentra en sus pininos de edad adulta; donde se enteran de sopetón que la luna no es de queso.
Igual que en las etapas anteriores todo sigue siendo ensayo y error. Claro que hay muchas situaciones que ya hemos vivido y tomamos esas experiencias como referencias para poder orientarles.
Hoy precisamente mi hijo mayor cometió un error y me dijo: “mamá es que pasé una pena” y le contesté: “hijo nadie en este mundo aprende de sus aciertos, únicamente aprendes y ganas experiencia de los errores”, así que tranquilo, lo que ocurrió ya no te volverá a suceder. Y también le dije que le va volver a pasar mil veces más, a mi todavía me pasa porque uno jamás deja de aprender. Quien cree que se las sabe todas en esta vida está tan equivocado, que en cualquier momento recibirá su porrazo.
En fin lo importante al final del camino es que:
1) No nos la sabemos todas como dije antes.
2) En cada etapa aprendemos ambos.
3) El apoyar a nuestros hijos NO debe ser opcional, sino obligación, ellos no tienen otra referencia. Hay que ser incondicionales.
4) Nadie los va querer sin malicia ni traiciones como una madre o padre.
5) Aunque en ocasiones ellos nos culpen o nos señalen por algo; más rápido de lo que piensan se dan cuenta que tenemos la razón.
6) Lo que aprendan de nosotros es lo que luego van a aplicar a sus hijos, así que más vale que hagamos lo mejor que podamos.
7) Para una madre, un hijo nunca crece y si toca defenderlo no lo piense dos veces aunque tenga la edad que tenga, usted saque las garras por sus cachorros.
Humildemente y por mi propia experiencia les comparto con todo el cariño del mundo este artículo a las mamis que se encuentran prontas a que sus hijos entren en adolescencia o adultes, y no saben como enfrentarlo, solo les recomiendo mantener alerta su intuición maternal que no se equivoca jamás y tener brazos abiertos para cuando regresan todos raspados y pelados de sus caídas, cúrenlos y échelos al ruedo de nuevo, solo así se aprende a sobrevivir en esta vida tan dura.
Un besote y siéntase feliz y orgullosa de traer esa vida a este loco mundo….
Otras mamás opinan…