Porque SÍ le doy golosinas a mis hijos

Por: Jackie Souter

Uno de los recuerdos más hermosos de mi infancia es ir a Taboga, una isla cercana a la Ciudad en donde pasé veranos inolvidables. Iba con mis primos y abuelos y nos pasábamos todo el día en la playa. Mi parte favorita del día era ir a comprar “duro” de fresa – que no es más que Cool Aid congelado – para refrescarnos. Lo comíamos sentados en la vereda y nos ensuciábamos de pies a cabeza pero no importaba, porque era nuestra ropa de playa y ¡estábamos de vacaciones!

Recuerdo también que me encantaba ir con mi mamá los fines de semana a la heladería Charlie Pops y por supuesto, escuchar la campana del paletero de La Italiana cuando pasaba por mi barrio. Salía despepitada con mis veinticinco centavos a comprarme mi paleta de limón. Amaba ir a una fiesta de cumpleaños a comer un delicioso dulce de Momi que todavía hoy sabe igual y me trae la nostalgia de una niñez llena de sabores y olores que me recuerdan cuán bella fue.

Hoy día, no puedo privar a mis hijos de estas experiencias y placeres. ¿Cómo no los voy a dejar comerse un delicioso helado de chocolate, un dulce de cumpleaños o un raspao tradicional (con mucha leche condensada)? Les estaría quitando una parte de la niñez que para mí fue es especial, y sé que para ellos también lo será.

No me malinterpreten. Creo firmemente en la nutrición sana y se la inculco a mis hijos. En mi casa se come sano durante la semana y en la lonchera se tratan de poner alimentos saludables. Comprendo que mis tiempos eran otros y que ahora sabemos mucho más por lo que somos conscientes sobre qué darle de comer a nuestros hijos. Pero, esto no me impide darles golosinas. Realmente la niñez es solo una y comer algo azucarado de vez en cuando no mata a nadie.

Adicionalmente, quiero criarlos con un sentido de balance. Sí, hay momentos para trabajar y estudiar y hay momentos para divertirse. Hay momentos para estar activos y momentos para estar tranquilos. Hay días alegres y días tristes. Así mismo, comer sanamente – y rico- es importante, pero hay momentos para darse un gusto diferente. Sé de niños que cuando van a casas de amiguitos comen golosinas en exceso porque jamás las prueban; o algunos que intercambian loncheras en el colegio porque realmente quisieran llevar unas galletitas de vez en cuando. Y eso es lo que quiero evitar.

Hace unos días mi hijo mayor le dijo a su hermano que no, no podía tomar jugo porque eso era solo los fines de semana. Me puse contenta que él ya entienda y sepa que el jugo de frutas es rico, pero que no se puede tomar todos los días porque tiene mucha azúcar y el azúcar hace daño. Eso es educarlo en nutrición sin prohibirle nada.

Esta es una posición muy personal y cada cual le da de comer a sus hijos lo que quieran. Pero es un sentir que quería compartir porque sé que muchas madres se sienten igual. El movimiento por la comida sana es muy positivo y todos tenemos que ayudarlos a promover ese mensaje, pero siempre tomando en cuenta que cada familia tiene circunstancias y perspectivas diferentes. Así que si un día me ven en un restaurante de comida rápida o en una heladería, ya saben por qué sí les doy golosinas a mis hijos.