Por: Mariví Jaén
Uno de mis hijos tiene 5 años. Cuando él nació mis hermanas ya tenían hijos o sea que ver a bebés y cuidarlos no me era para nada extraño. Sin embargo, al tener a este pequeño en mi casa yo siempre pensaba «este bebé es tan diferente a los demás». Por alguna razón siempre me pareció más inquieto, más intenso, más intranquilo, más llorón, más impaciente, en fin, era diferente a mis sobrinos. No mejor ni peor, solo diferente.
Fueron pasando los meses y esa diferencia era más notoria cuando estábamos juntos y siempre mi hijo era el centro de atención. «Es que él es del signo Leo» (me decía mi mamá), «está muy consentido» (me decía mi papá), «lo tratan muy duro» (me decía mi suegra). Todos tenían una opinión al respecto, pero lo cierto es que su presencia siempre se hacía notar.
En un abrir y cerrar de ojos llegó el día más esperado. Lo llevé al maternal por primera vez. «Ahora sí va a estar ocupado, rodeado de muchos niños y seguro ya nadie ni notará a Ignacio», pensé yo. Pero que va. El niño tenía 1 mes de haber entrado y ya me habían citado 2 veces al maternal cual padres de un graduando a punto de fracasar. Ahora sí mi paciencia había llegado al límite. «Algo no está bien», pensé. Y empecé a llevarlo a cuantos especialistas, sicólogos y demás doctores y curanderos se me ocurrieran. Al final la respuesta siempre era la misma. Usted tiene un hijo normal de 2 años. Nada está pasando. Sí, es inquieto, pero nada del otro mundo. Yo respiré por supuesto pero se me hacía raro que mi hijo, de todos los niños a la redonda, era el único inquieto, intenso, arrebatado, etc. Hasta que un día,
una sicóloga me dice, «lo único que tu tienes que hacer es mantenerlo en una rutina». Y me empezó a explicar como hay niños rutinarios y otros que no. Y cómo salirse de una rutina (o la falta de una) los afecta tanto que se vuelven insoportables. Y en ese momento vi la luz. Fue como un letrero que se me puso enfrente con unas letras en colores neones y parpadeantes que decía: MI HIJO NECESITA UNA RUTINA.
Fue impresionante como enseguida cambió mi vida y la de mi hijo. O sea yo era feliz y él era feliz. No lo podía creer.
Hoy en día la rutina ha cambiado de cuando era un bebé, pero siempre hay una rutina. Claro que a veces (más veces de lo que quisiera) nos salimos de la rutina pero le explico previamente lo que sucederá en el día y me entiende súper bien y no hay problema. El único problema son las vacaciones. Ja, ja, ja. En ese momento en que todo el mundo quisiera estar relax y sin hacer nada, Ignacio se me vuelve el mismo inquieto, impaciente e intranquilo niño de siempre.
¿Y ahora me preguntarán que cuál es mi solución para esos días de vacaciones? NADA. No tengo solución alguna. Amarlo, quererlo y apreciarlo tal y como es. Al final creo que esas cosas que hoy en día llamo defectos serán su mejor arma cuando sea grande y aprenda a canalizar mejor sus emociones.
Por el momento, yo sigo disfrutando de mis vacaciones y tomándome una o dos (o tres) copas de vino en las noches para relajarme y salirme yo también de la rutina. Y enseñándole a mi hijo que está okay ser espontáneo y que la vida es para disfrutarla. Ahora él está en prekinder y no me han llamado ninguna vez de la escuela y tengo entendido (porque me lo dice la teacher) que se porta súper súper bien.
Aquí les pongo un ejemplo de la rutina que le hice a los 2 años y 2 meses que de repente le sirva de guía a alguna madre real y desesperada como yo.
HORARIO
7:30AM –> Se despierta. ( mas o menos)
Lechita: 5 onzas de agua y 4 1/2 cucharadas de leche.
8:30AM –> DESAYUNO:
10:00AM –> BAÑARSE. DORMIR ( DEBE DORMIR 2 HORAS MAS O MENOS)
12:30PM: ALMUERZO
3:00PM –> Lechita: 5 onzas de agua y 4 1/2 cucharadas de leche.
4:30PM –> Puede comer una merienda pequeña si el quiere. Unas galletitas con un poquito de juguito.
6:30PM –> CENA
7:30PM –> Se baña y a dormir.
LEERLE UN CUENTO
LECHE: 9 onzas de agua y 8 1/2 cucharadas de leche.
¡Cheers!