Por: Jackie Souter
Al comenzar este nuevo año, me he tomado el tiempo para reflexionar sobre lo que ha significado para mí la maternidad y cómo la estoy viviendo. Todo ha pasado tan rápido, tuve dos hijos en menos de dos años y mi vida cambió sin darme cuenta.
Ahora que ya han pasado casi cuatro años desde que tuve el primero y me siento más cómoda con esto de ser mamá, hay algo que aún me inquieta: ¿estoy viviendo a plenitud esta etapa de mi vida? En la mayoría de las ocasiones me siento como en una carrera de caballos que nunca llega a la meta. Los días de semana me paro, voy al trabajo, voy a almorzar para ver a los niños, regreso, luego salgo volando, llego, los visto, los llevo al parque, regreso, les doy cena, los baño, los pongo a jugar para cenar yo, juego, los acuesto. Al día siguiente lo mismo. Los fines de semana me paro, les hago el desayuno, les doy de comer, los baño, los visto, salimos de paseo, regreso… en fin. Claro que tengo mis momentos de apreciación plena, cuando el tiempo se para, los miró cantando, bailando, riéndose, contando en inglés… y pienso “esto es increíble”. Ver a un ser humano que tú creaste crecer y convertirse en una persona hecha y derecha, es lo más hermoso del mundo.
Pero lo que me preocupa es que quiero tener más de esos momentos y no lo consigo. Quiero jugar con ellos y reírme hasta llorar, sin preocuparme de nada más. Quiero un día sin pataletas, ni preocupaciones de que no quieren comer o lavarse los dientes. Quiero bajar las revoluciones, amainar las luchas y apreciar al máximo tener dos chiquitines ocurrentes en casa. Quiero disfrutar más y sufrir menos, por decirlo así.
Todo esto me vino a la mente porque hace unos días tuve uno de esos momentos y me acordé de cómo lo ordinario se vuelve sublime cuando estás con tus hijos. El grande cantaba con un micrófono que le trajo Santa, el chiquito tocaba un tambor a toda fuerza y yo una lira de Fisher Price. Era la mejor orquesta del universo tocando el burrito sabanero en un coro perfecto. ¡Quiero que todos los días haya concierto!
Para este nuevo año, tengo esa resolución. Dejarme llevarme más. No estar recogiendo todo el tiempo y si llega alguien a la casa de improvisto, que la vea patas para arriba. Y si invento salir a comer helado un lunes a las 9 de la noche con la tropa, pues que así sea. Voy a desordenar un poco más nuestra vida, aunque ya sea caótica, porque a veces me siento que soy una militar arreando a mi ejército. “Voy a tener el pelo suelto”, como decía aquella canción. Nada extremo claro, pero lo voy a vivir. Las invito a hacer lo mismo.