Por: Jackie Souter
El otro día conversaba con una amiga. Predecíamos que íbamos a pagar nuestros pecados y que nos iban a tocar unas nueras muy especiales. A mí de seguro me tocará una muchachita repelentona, que le gusta vestirse de marca, con pestañas postizas y extensiones, y con la idea de que mi hijo la tiene que mantener (es decir, todo lo contrario a mí). A mi amiga, que es muy conservadora incluso para esta época, de seguro le tocará una hippie que no se baña y cree en el matrimonio libre. Nos reímos a carcajadas pero al final le dije: “nosotros podemos darles amor incondicional, educarlos con disciplina, darles el ejemplo, etc. Ya después de eso, poco se puede hacer. Ellos tomarán sus decisiones para ser felices y es su derecho”.
Soné muy sabia y sé que es la verdad, pero por supuesto que tengo miedos y sé que no hay madre que no se cuestione si lo está haciendo bien de vez en cuando (o todos los días). Diariamente nos preguntamos, ¿fui muy dura o fui muy suave al regañarlo?, ¿debí intervenir o debí dejar que se defendiera solo?, ¿lo dejo que fracase y aprenda o lo ayudo?, ¿le doy lo que yo tuve o le doy más? Tanto conocimiento, tanta psicología, seminarios, consejos, críticas… pero ningún niño viene con un libro de instrucciones y ningún padre tiene todas las respuestas. Claro que pensamos en las decisiones importantes de la vida que algún día tomarán y nos preocupa. Además que cada niño es diferente y probablemente con cada niño se tengan que utilizar diferentes versiones de disciplina, protección, seguimiento, en fin… esperamos que en los momentos difíciles (porque los habrá) actuemos bien.
Yo trato de guiarme con experiencias propias y de personas alrededor mío a quien admiro. Eso sí, sé que mi esposo y yo debemos estar alineados siempre en la crianza y aunque a veces haya desacuerdos, los valores no son negociables. En eso me enfoco y desde ya, aunque estén pequeños, les trato de mostrar de mil maneras la regla de oro: tratar a otros como te gustaría que te traten a ti.
Por supuesto que muchas veces fallo. A veces cedo y les doy lo que ya les dije que no les iba a dar. A veces los dejo ver la televisión un rato más del que debería. Incluso, en alguna ocasión, mi esposo y yo quizás hemos sido muy fuertes con el castigo. Pero bueno, no hay padre que no pase por esto y eso me tranquiliza.
De seguro seguiré teniendo miedos, como sé que muchas de ustedes tienen. Es normal. Y sé que a medida que crezcan las cosas se pondrán mucho más complicadas. A veces me topo con artículos sobre la adolescencia y me entra la ansiedad. Pero cuando llegue el momento, sé que mi instinto me dirá qué hacer.
Yo seguiré leyendo las últimas recomendaciones sobre crianza y me apoyaré en familiares, amigos y por supuesto, maestros. Les daré un ambiente positivo y les daré el ejemplo. Ojalá que con eso, logren ser personas ante todo, BUENAS y con valores. Que busquen libremente su felicidad, con sabiduría y sensatez. Que respeten y promuevan un mundo mejor. Y por supuesto, que se consigan una esposa tan cool como yo, blogera, feminista y un poquito desaliñada. ( ;